Julián Rodríguez

Nació en Ceclavín, Cáceres, en 1968. Sus obras han sido publicadas por Random House Mondadori: "Lo improbable" (2001), novela; "La sombra y la penumbra" (2002), volumen con tres novelas cortas; y "Ninguna necesidad" (2006), novela; esta ultima fue elegida uno de los mejores libros de narrativa del año por "El País" y obtuvo el Premio Ojo Crítico. En 2004 publicó "Unas vacaciones baratas en la miseria de los demás", que inauguraba su ciclo de libros autobiográficos "Piezas de resistencia".

25.6.06

NINGUNA NECESIDAD en EL PAÍS

"La vida del muerto"
J. ERNESTO AYALA-DIP - El País (Babelia) - 25/06/06
El principio de economía estilística preside la obra de Julián Rodríguez (Ceclavín, Cáceres, 1968). Lo vimos en su primera novela, Lo improbable, y lo confirmó en su segundo libro, La sombra y la penumbra (ambas en Debate), reunión de tres novelas cortas que disimulaban una sola narración por su tono y su poso emocional. Ahora tenemos su nueva novela, Ninguna necesidad. Un texto de ficción que maneja el escritor extremeño como manejó los anteriores, incluido el autobiográfico Unas vacaciones baratas en la miseria de los demás (Caballo de Troya). Mayor despojamiento y casi nula distancia estilística entre el paisaje narrado y la omnisciencia resignada del narrador. El territorio físico y humano en donde se desenvuelven sus historias (o tal vez, la única historia) son el campo y ese vicio absurdo (como diría Pavese, por citar a un autor que interesa a Rodríguez) llamado ciudad.
Antes de entrar en el comentario de esta novela, me gustaría situar a Julián Rodríguez en el contexto de la literatura española que se hace últimamente. No se trata de identificarlo con un autor o una escuela determinada (aunque a nadie que siga su trayectoria, se le escapará sus querencias por Beckett, Pavese o neorrealistas italianos de gran prestigio como Vasco Pratolini). Refiriéndose a los pintores de su tiempo, Baudelaire escribió que cada vez lo hacían mejor, pero que desgraciadamente no aportaban ninguna idea. Con la narrativa española uno tiene una parecida sensación. Que cada vez lo hacen mejor, pero ideas, lo que se dice ideas, inventiva formal o compositiva, imaginación estilística, muy pocas. Precisamente Pavese, en un epistolario (el mismo del que Julián Rodríguez extrajo un fragmento de carta para incluirlo en Ninguna necesidad) dice que mientras los escritores norteamericanos aportaban con sus novelas nuevas ideas, los europeos apenas lograban ser originales. Yo tengo la impresión que novelas como Ninguna necesidad colaboran a aclarar las ideas sobre cómo puede sobrevivir la novela en nuestro tiempo. Probablemente mucho más interesante que preguntarnos cómo podrán sobrevivir los novelistas.
De alguna manera, Julián Rodríguez retoma la dicotomía ya transitada en La sombra y la penumbra. Sólo que ahora, a la ecuación campo-ciudad se la precisa con el recuerdo de un pueblo del interior de España y el presente (y el futuro irremediablemente ya escrito) de un litoral veraniego, turístico. El tiempo de la narración abarca una semana (cada capítulo es un día de la semana), que a su vez son los días que le queda de vida a uno de los personajes de la novela, el Muerto. La narración nos relata la relación más bien fugaz entre un muchacho de origen rural y una chica de familia adinerada. Y en el medio de este dibujo socialmente imposible, está la figura del Muerto, desdichada metáfora de la vida real, ineludible. En la contraportada del libro se hace referencia a Rohmer, fundamentalmente por lo del verano de la novela. Pero Rohmer, en su desnudez formal, en su casi precariedad escenográfica, no deja nunca de ser voluptuoso, incluso en su más radical tristeza. En Ninguna necesidad no hay casi margen para ningún goce. Sólo hay una apelación casi entrañable en la novela, en medio de tanta extrañeza, provisionalidad, cuando el muchacho ruega: "Fantasma de Bruce Lee, si puedes, devuélveme a como era antes".
Bueno, esto creo que sí es una idea muy interesante, escribir una elegía sin resultar necesariamente elegíaco.

22.6.06

NINGUNA NECESIDAD en LA RAZÓN

"Como pasos que no suenan"
Mª JOSÉ GIL-BONMATÍ - La Razón (Caballo verde) - 22/06/2006

De vez en cuando, en esta tarea, uno se encuentra con libros con los que no sabe qué hacer, y "hacer" significa, más concretamente, cómo encararlos. Y, la verdad, no me molesta confesar ese desconcierto, porque considero que esa capacidad de ofrecer resistencia y hacernos sentir una momentánea pérdida de visión del paisaje y contornos literarios no es sólo un gran mérito narrativo, sino que debería de ser una necesidad en quienes los comentamos. Digo esto porque los lectores de hoy nos hemos ido acostumbrando a una forma de leer que nos permite asimilar sin hacer la digestión, y textos como este de Julián Rodríguez, Ninguna necesidad, que se resiste a ese inventariado de lugares comunes literarios y sentimentales, nos obliga a reordenar el proceso y a recuperar así el necesario sentido de la lectura.
La trayectoria de Julián Rodríguez, desde su aparición con Lo improbable, pasando por el volumen de novelas cortas La sombra y la penumbra o el libro autobiográfico Unas vacaciones baratas en la miseria de los demás, hasta esta segunda novela, es la de un autor brillante, de extraña exigencia literaria y difícil de catalogar; alguien obstinado en escribir en y desde los márgenes del hecho literario para hacer de esos bordes en los que también transcurre la existencia el centro de unas ruinas y daños desapercibidos.
Ninguna necesidad está escrita desde esa misma vocación de los alrededores narrativos. De entrada, se trata del viaje de alguien hecho por un amigo muerto que, sin embargo, busca escribirse al margen de esa "necesidad" que la pérdida suele construir y que acaba siendo retórica de la autocompasión. Pero también se trata del viaje de alguien que busca alejarse, aunque sin conseguir dejar atrás la frontera entre dos mundos y horizontes, el de un campo sembrado y el de los complejos turísticos de lujo. Por otra parte, Ninguna necesidad se construye sobre la voz de un narrador que, además de utilizar esa estrategia narrativa de, digamos, merodear alrededor de una presa, tiene el hábito de mirar, con una atención extrañamente selectiva, a los márgenes del paisaje que recorre, pero también del paisaje que ha hecho que sean quienes son esos personajes y, más allá, a los márgenes del lenguaje que utiliza para contarlos sin traicionarse ni traicionarlos.
La escritura de Julián Rodríguez, que practica los silencios narrativos como propósito, más que contra lo obvio, contra la deshonestidad, nos obliga a transitar por el borde de un precipicio, en el que nos sentimos sin espacio para respirar y sin sitio al que agarrarnos. Seguramente es la mejor forma de mostrarnos que allí debajo hay realmente un precipicio.