NINGUNA NECESIDAD en EL PAÍS
"La vida del muerto"
J. ERNESTO AYALA-DIP - El País (Babelia) - 25/06/06
El principio de economía estilística preside la obra de Julián Rodríguez (Ceclavín, Cáceres, 1968). Lo vimos en su primera novela, Lo improbable, y lo confirmó en su segundo libro, La sombra y la penumbra (ambas en Debate), reunión de tres novelas cortas que disimulaban una sola narración por su tono y su poso emocional. Ahora tenemos su nueva novela, Ninguna necesidad. Un texto de ficción que maneja el escritor extremeño como manejó los anteriores, incluido el autobiográfico Unas vacaciones baratas en la miseria de los demás (Caballo de Troya). Mayor despojamiento y casi nula distancia estilística entre el paisaje narrado y la omnisciencia resignada del narrador. El territorio físico y humano en donde se desenvuelven sus historias (o tal vez, la única historia) son el campo y ese vicio absurdo (como diría Pavese, por citar a un autor que interesa a Rodríguez) llamado ciudad.
Antes de entrar en el comentario de esta novela, me gustaría situar a Julián Rodríguez en el contexto de la literatura española que se hace últimamente. No se trata de identificarlo con un autor o una escuela determinada (aunque a nadie que siga su trayectoria, se le escapará sus querencias por Beckett, Pavese o neorrealistas italianos de gran prestigio como Vasco Pratolini). Refiriéndose a los pintores de su tiempo, Baudelaire escribió que cada vez lo hacían mejor, pero que desgraciadamente no aportaban ninguna idea. Con la narrativa española uno tiene una parecida sensación. Que cada vez lo hacen mejor, pero ideas, lo que se dice ideas, inventiva formal o compositiva, imaginación estilística, muy pocas. Precisamente Pavese, en un epistolario (el mismo del que Julián Rodríguez extrajo un fragmento de carta para incluirlo en Ninguna necesidad) dice que mientras los escritores norteamericanos aportaban con sus novelas nuevas ideas, los europeos apenas lograban ser originales. Yo tengo la impresión que novelas como Ninguna necesidad colaboran a aclarar las ideas sobre cómo puede sobrevivir la novela en nuestro tiempo. Probablemente mucho más interesante que preguntarnos cómo podrán sobrevivir los novelistas.
De alguna manera, Julián Rodríguez retoma la dicotomía ya transitada en La sombra y la penumbra. Sólo que ahora, a la ecuación campo-ciudad se la precisa con el recuerdo de un pueblo del interior de España y el presente (y el futuro irremediablemente ya escrito) de un litoral veraniego, turístico. El tiempo de la narración abarca una semana (cada capítulo es un día de la semana), que a su vez son los días que le queda de vida a uno de los personajes de la novela, el Muerto. La narración nos relata la relación más bien fugaz entre un muchacho de origen rural y una chica de familia adinerada. Y en el medio de este dibujo socialmente imposible, está la figura del Muerto, desdichada metáfora de la vida real, ineludible. En la contraportada del libro se hace referencia a Rohmer, fundamentalmente por lo del verano de la novela. Pero Rohmer, en su desnudez formal, en su casi precariedad escenográfica, no deja nunca de ser voluptuoso, incluso en su más radical tristeza. En Ninguna necesidad no hay casi margen para ningún goce. Sólo hay una apelación casi entrañable en la novela, en medio de tanta extrañeza, provisionalidad, cuando el muchacho ruega: "Fantasma de Bruce Lee, si puedes, devuélveme a como era antes".
Bueno, esto creo que sí es una idea muy interesante, escribir una elegía sin resultar necesariamente elegíaco.