NINGUNA NECESIDAD en EL CORREO
"Diario de una fuga"
PABLO MARTÍNEZ ZARRACINA - El Correo (Territorios) - 12/07/06
En una de las citas que abren esta novela, Céline nos recuerda que en "los funerales pomposos" la gente está triste pero no por ello deja de pensar "en la herencia, en las próximas vacaciones, en la viuda...". Al situarse frente a uno de esos funerales, un escritor debe elegir. Los habrá que decidan centrarse en la tristeza de los asistentes: un sentimiento compacto y, en cierto modo, tranquilizador. Y los habrá que, como Julián Rodríguez, no se permitan dejar escapar al gran personaje del entierro: ese deudo cuyos pensamientos van a parar a sus vacaciones mientras la primera paletada de tierra cae sobre el ataúd.
El innominado protagonista de esta novela es un tipo de mediana edad que, ante la inminente muerte de un amigo muy cercano, decide huir. En el primer fragmento del libro, el único narrado en primera persona, sabemos que a su amigo le quedan siete días de vida y que los médicos han dicho que no hay nada que hacer. El protagonista seguirá escrupulosamente las indicaciones facultativas: no hará nada. O al menos no hará ninguna de las cosas que suelen hacerse en esos casos. Su reacción consiste en emprender un viaje sin importancia, una especie de peregrinaje clandestino que le lleva a algunos de los lugares en los que transcurrieron los veranos de su juventud: un tiempo en el que entró en contacto con mundos muy distintos al suyo. A través de un itinerario de hoteles de paso y carreteras secundarias, comprueba que en el pasado su amigo ya está muerto, y que un muerto puede ser algo que pesa y entorpece: una carga.
Estamos ante el diario pormenorizado de una huida lenta y melancólica. Mientras el amigo agoniza, el protagonista -un personaje al que al autor mantiene en todo momento a salvo del sentimentalismo- recuerda episodios de un tiempo perdido para siempre, y va encajando las piezas que completan el puzle de un amor también perdido. La muerte del amigo, todavía joven, funciona como metáfora de lo irrecuperable. El protagonista escapa como puede de la presencia de la muerte y sus huellas van dibujando una elegía brusca pero singularmente verdadera.
Como los anteriores libros de Rodríguez, Ninguna necesidad es un texto breve, de carácter fragmentario, en el que reina la elipsis. Una vez más el autor extremeño desecha los elementos superficiales del relato en busca de la máxima desnudez posible. Su prosa persigue la exactitud y evita el efectismo; su mirada se detiene en los márgenes y desconfía de todo aquello que parece demasiado evidente. En general, la escritura de Julián Rodríguez podría calificarse de lírica. Y no por su sonoridad o magnificencia formal, sino porque, contando con materiales nobles y escasos, aspira a crear una peculiar intensidad emocional. En esta ocasión lo consigue. La fórmula funciona porque el autor maneja con cuidado las medidas y no permite que la narración sobrepase los límites del sentimentalismo, ni tampoco que la frialdad del protagonista llegue a rozar la indiferencia o el sarcasmo.
Ninguna necesidad es un buen libro que nos muestra otra manera de narrar y que nos recuerda que debemos seguir atentos al quehacer de un autor necesario y periférico.
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