Julián Rodríguez

Nació en Ceclavín, Cáceres, en 1968. Sus obras han sido publicadas por Random House Mondadori: "Lo improbable" (2001), novela; "La sombra y la penumbra" (2002), volumen con tres novelas cortas; y "Ninguna necesidad" (2006), novela; esta ultima fue elegida uno de los mejores libros de narrativa del año por "El País" y obtuvo el Premio Ojo Crítico. En 2004 publicó "Unas vacaciones baratas en la miseria de los demás", que inauguraba su ciclo de libros autobiográficos "Piezas de resistencia".

22.5.06

DE RECIENTE PUBLICACIÓN


Ninguna necesidad
Novela
Mondadori, junio de 2006
128 páginas
ISBN 84-397-2023-8

Texto de contracubierta:
Esta novela, que pretende hacer de la intensidad uno de sus personajes principales, trata del presente, del pasado y del futuro, aunque todo, al llegar al final, parece haberse consumado ya. Sin embargo, no es éste un libro elegíaco, más bien podría haberse escrito contra toda melancolía.
Tal vez sea esa antimelancolía una forma más de camuflaje, del que se sirve también para ocultarse y mostrarse al mismo tiempo su protagonista, un hombre todavía joven que ha vivido siempre entre dos mundos muy diferentes, que pueden cifrarse en dos imágenes también distintas: un pueblo del interior y una playa en verano. O mejor: un huerto y un campo de golf. En esa dicotomía nace y se desarrolla esta novela, que unas veces se convierte en una canción de Thalia Zedek y otras en un toque de tránsito, y que, por encima de todo, como en una película de Rohmer, trata de un verano cualquiera, de una semana cualquiera, cuando ya se ha vivido mucho a pesar de la juventud, o cuando una parte de esa vida comienza a desaparecer inexorablemente.


A destacar:
1.La fotografía elegida por el propio autor para la cubierta de esta novela es obra de la artista norteamericana Nan Goldin, a quien ya había dedicado algunos textos anteriormente.

2.Ninguna necesidad fue escrito y corregido, como indica la nota final del autor, en Cáceres, Ceclavín, Hoyos, Gijón y Setúbal entre 2002 y 2005, y retoma algunos elementos de su primera novela, Lo improbable (Debate, 2001). De hecho, el personaje a través del cual se narra esta nueva historia iba a ser inicialmente el mismo que servía de eslabón entre todos los de Lo improbable, y que también carecía de nombre... Iba a tener sus mismas relaciones, su misma profesión... Pero la lectura de un reportaje en un periódico portugués, a principios del verano de 2002, hizo que Julián Rodríguez decidiera comenzar a escribir esta novela desde un nuevo punto de vista. Aun así, existen numerosos elementos de Lo improbable que son retomados y reescritos en Ninguna necesidad, incluidos los miedos e inseguridades, la visión del mundo, de ese personaje central.
3. Tres citas abren el libro y, en cierto modo, lo explican, pues ofrecen claves sobre su argumento, su estructura temporal o su título.
Primera cita: "Durante los funerales pomposos, la gente está muy triste también, pero no por ello dejan de pensar en la herencia, en las próximas vacaciones, en la viuda..." (Louis-Ferdinand Céline)
Segunda cita: "En realidad, todas las historias suceden a la vez en pasado, presente y futuro. Podría decirse que resulta inevitable. Cada personaje, al ser `representado´, carga ya con la consumación de su pasado, la realidad de su presente y la incertidumbre de su futuro." (Leonardo Sciascia)
Tercera cita: "¿Y si desaparece? ¿Y si nadie se acuerda? Mejor decir. Decir qué. Decir la historia que hay que contar. O no decirla. Mejor decirla. No hay necesidad de ocultar. No hay necesidad de negar. Mejor decir." (Samuel Beckett)

Estructura de la novela:
Está dividida en los siete días de la semana y compuesta por cincuenta pequeños capítulos en tercera persona y una "introducción" en primera -y en cursiva- que anticipa el sentido del libro.

El comienzo de la novela
(la única página del libro escrita en primera persona):
La noche anterior fui a ver al Muerto.
Lo habían trasladado a la habitación 202: sólo una cama estrecha con mil botones en su cabecero. Y el gotero a un lado. Y al otro, una máquina provista de una pantalla digital.
En realidad el Muerto aún no había muerto, pero ya lo estaban enterrando: a la puerta de la habitación hablaban del nicho, de las coronas de flores, de cuánto costaría todo aquello.
Al Muerto, calcularon, le quedaban siete días de vida. Suficientes para crear el mundo, pensé.
Él no sabía que iba a morir, nadie se lo había dicho. Aunque podía esperárselo: había adelgazado treinta kilos y su piel tenía un color amarillento. Y su barriga era lo único terso, tirante como la de una embarazada, en todo aquel cuerpo. Y tartamudeaba: las palabras iban y venían por su boca y por sus fosas nasales: un airecillo que olía a agua sucia. Dentro de él, había dicho el cirujano después de coserlo, estaba todo podrido.
No podemos hacer nada, prometió.
Una promesa fácil de cumplir
.